12 de octubre de 2016

El Último Conquistador




Hoy es 12 de Octubre, para muchos es el Dia de la Raza, Dia de la Hispanidad, Dia del Genocidio, Dia de la Resistencia Indigena, etc. Esta es una fecha, para mi, de reflexión acerca de uno de los acontecimientos mas trascendentales y dramáticos de la historia. Muchos han criticado la forma en que los colonizadores españoles trataron a los indiogenas en esa epoca tan turbulenta y muchos fueron sin duda grandes genocidas. Pero, honestamente, muchos de ellos fueron protectores de los indigenas, mas que todo los religiosos y pocos aun, sanguinarios y despiadados hombres conocidos por su crueldad hacia los habitantes autoctonos de estas tierras, se arrepintieron de tales actos. Este es un articulo acerca de El Ultimo Conquistador qe quedo con vida luego de la gran matanza que significo La conquista de las Américas, Nuestra Abya Yala, Anahuac, Nuestra Madre Tierra.

Por Fernando Añez Morillo


"Juega el Sol antes que amanezca"
Refrán peruano y español del Siglo XVI

En la fría y anhelada mañana del 12 de Octubre de 1492, tres embarcaciones con centenares de marineros, muchos de ellos, prisioneros y criminales condenados de varios delitos, pasaron meses enteros en alta mar con el hambre, la miseria y la desesperación a cuestas al no ver tierra firme en un largo tiempo.

Cristobal Colón, un experimentado y a la vez ambicioso navegante genovés, estaba cada día mas desanimado, y casi de milagro ileso luego de un intento de motín, rezaba a Dios para que le concediese un milagro ese día.


Muchos de los navegantes de los tres navíos que estaban viajando sin rumbo determinado y en la nada eran en su mayoría prisioneros y criminales de mala calaña, sacados de las cárceles para que purgaran su pena sirviendo a Los Reyes Católicos y al Almirante Colon.

Cristobal Colon

Desesperados, hambrientos y furiosos estaban los marinos, sintiéndose condenados a muerte y sin ánimos de vivir otro día infernal en el medio del mar azul, harapientos y sin provisiones, divisaron lo que supuestamente eran luces de fogatas; luego de ver con claridad aquellas sombras, aquellas franjas de playa y aquel paisaje montañoso en la lejanía a horas del amanecer, el grito de Tierra anuncio aquel milagro esperado. Para ellos, pensaban que habían llegado al Continente Asiático o Las Indias Orientales, pero con el tiempo España y el mundo europeo se toparon con un continente: Anáhuac, Abya Yala, o para el resto de los mortales, América.

Ruta de los viajes de Colon

Luego de la llegada de Cristobal Colón y sus aventureros, luego de algún tiempo transcurrido de esa hazaña, miles de caza fortunas, fugitivos, misioneros, autoridades militares, mercenarias y demás huestes de toda calaña cruzaron el Atlántico buscando oro, grandeza y gloria.

Durante más de tres siglos, el Imperio Español se expandiría a través de la mitad de América del Sur, la mayor parte de América Central y de las Islas del Caribe y gran parte de América del Norte. La Conquista y posterior colonización de las Américas por parte de la Corona Española, al contrario de los apologistas y revisionistas, fue brutal, sanguinaria y con repercusión global.


El Impero Español en su máxima extension

La expansión colonial iniciada por los españoles conquistadores estuvo en pleno auge bajo el aval de la Monarquía Española y la Iglesia Católica, cuya motivaciones fueron la expansión colonial, el afán de fortuna fácil gracias al saqueo, el comercio de esclavos y bienes robados y confiscados d los aborígenes, la propagación de la católica fe a través de la conversiones de indígenas (a veces, a la fuerza), la dominación racial europea sobre los conquistados, el auge del racismo además de la división de clases y castas raciales y que a la larga, inició el desarrollo de la geografía, las ciencias, el racismo social y científico, el vasallaje y el desarrollo del sistema capitalista en el mundo entero.


Se conquistaron y exterminaron pueblos, reinos e imperios enteros de diversas formas; algunos de ellos mediante métodos violentos salidos de cuentos de horror o imaginados por las mentes más depravadas o retorcidas del medioevo, que van desde las masacres y extinción de pueblos enteros por hambre, enfermedades y espada, la esclavitud, las violaciones en masa de parte de soldados españoles en contra de las jóvenes indígenas, el desarraigo de las tradiciones ancestrales por parte de las autoridades, la inquisición e intolerancia religiosa, la destrucción y saqueo de riquezas, la desaparición del conocimiento cultural así como el artístico e intelectual de estas etnias. Muchos de estos pueblos desconocían la pólvora y los cañones, desconocían aquellas personas venidas de lejos y con piel blanca y muchos de ellos eran rubios como el sol y montados en bestias desconocidas que inspiraban terror y asombro absoluto al punto de ser vistos como dioses o demonios del más allá.







Grabados de la epoca, explicando las atrocidades de los  conquistadores españoles.

Con funesta memoria, muchos recuerdan a Francisco Pizarro y sus huestes, quienes de forma artera y casi maquiavélica entraron a un imperio dividido en una lucha de poder, pero a pesar de eso, tenia cierta estabilidad para seguir adelante.

Francisco Pizarro

Ese pueblo era el Inca, uno de los tantos pueblos mártires de esa conquista.


Se ubicaba en lo que hoy es Perú, Bolivia, Ecuador y sur de Colombia y duró desde 1438 hasta 1533; fue relativamente de corta duración, pero sus avances y su cultura fue quizás, junto con Los Aztecas y Los Mayas, la civilización indígena más avanzada del continente y una de las ultimas y mas grandes civilizaciones de la historia.



El Imperio Inca tuvo el dominio más extenso en la historia de la América precolombina y durante su dominio se desarrolla en la zona andina del subcontinente entre los siglos XV y XVI, como consecuencia del apogeo de la civilización incaica, cuya extensión fue de 2 millones de kilómetros cuadrados entre el océano Pacífico y la selva amazónica, desde las cercanías de San Juan de Pasto en el norte hasta el río Maule en el sur.


Los orígenes del imperio se remontan a la victoria de las etnias cuzqueñas, lideradas por Pachacútec, frente a la confederación de estados chancas en 1438. Luego de la victoria, el curacazgo incaico fue reorganizado por Pachacútec, con quien el Imperio incaico inició una etapa de continua expansión, que prosiguió con su hermano Cápac Yupanqui, luego por parte del décimo inca Túpac Yupanqui, y finalmente del undécimo inca Huayna Cápac, quien consolidó los territorios. 


En esta etapa la civilización incaica logró la máxima expansión de su cultura, tecnología y ciencia, desarrollando los conocimientos propios y los de la región andina, así como asimilando los de otros estados admitidos, conquistados o aliados.


Entre sus logros y avances se destacaron primero en la agricultura en terrazas en las montañas, donde se cultivaban el maíz, papas, tomates, maní, piñas entre muchos otros, así como la creación de acueductos que transportaban agua hacia los lugares de cultivo y para consumo humano. Fue una de las pocas civilizaciones que jamás conoció la hambruna.


Los incas construyeron más de 14.000 millas de caminos pavimentados con letreros que orientaban a los caminantes así como grandes puentes colgantes de buena calidad y haciendo también las mejores y planificadas ciudades de la América precolombina. Cada ciudad tenía una plaza central que estaba rodeada de edificios y templos y sus construcciones es estaban diseñadas para resistir desastres naturales tales como terremotos.


Los incas tenían un sistema de contabilidad que se basaba en los Quipus; eran cordeles de varios cuerdas amarrados a un cordel principal con nudos. El número y la posición de los nudos así como también el color de cada cordel representaba información sobre mercancías y otros recursos.


Su Código Moral estuvo formado por normas, especie de preceptos o mandatos divinos, cuyo cumplimiento era obligatorio para todos los habitantes del Imperio. Entre tales preceptos figuran como principales, los siguientes:

1.- Ama Llulla (No seas mentiroso)
2.- Ama Súa (No seas ladrón)  
3.- Ama Quella (No seas haragán)

La mayoría de historiadores, reconocen sin embargo que estos mandamientos Incas eran solamente el saludo inca, mas no fue lo único relacionado a la Moral Incaica, a ello se debe que los tres preceptos siempre se mencionan como los principales.


El Derecho Imperial y la Moral Incaica eran prácticamente uno solo a pesar de cualquier cosa mala que hubiere en la sociedad Inca, y en razón de ello, se les recomendaba a diario a los súbditos la observancia de valiosos preceptos como: No seas asesino, No seas injuriador, No seas perjuro, No seas desaseado, No seas borracho, etc.

Los incas presentaban su arquitectura con las siguientes características: sencillez, monumentalidad, repetición de formas típicas, la utilización de los materiales de piedra y adobe. La arquitectura incaica, así como su ingeniería, permitió la construcción de obras monumentales resistentes a los terremotos y al pasar del tiempo.


La metalurgia era también uno de los puntos mas fuertes así como la joyería y orfebrería, donde usaron bronce, oro y plata para sus obras; su alfarería y la escultura  era sin duda muy expresiva y a la vez humilde, a parte de los tejidos y demás trabajos artesanales. La cerámica tenia la superficie pulida y era policroma con diseños geométricos y zoomorfos; la textilería tenia función utilitaria y un valor social y ritual.


Los Incas también alcanzaron la ciencia, en especial, la astronomía, la geografía, la ingeniería y las matemáticas, porque lograron la verdad mediante el conocimiento exacto y razonado de las cosas, por sus métodos propios así como la Filosofía, que giró en torno a las divinidades, al universo y a la vida.


Desgraciadamente, los conquistadores españoles utilizaron toda estrategia para aplastar toda resistencia indígena, asesinándolos, por medio del hambre, las enfermedades, ofreciéndoles derechos y privilegios de forma astuta y a veces de forma ilusoria, la tecnología masa avanzada en armamento militar, entre otros. Algunos indígenas sucumbieron a la tentación de cargos de poder ofrecidos por la corona y traicionaron a su pueblo; otros lucharon hasta el final antes que sucumbir a la esclavitud.


El Tahuantinsuyo o "la tierra de cuatro cuadrantes o caminos del mundo", como también fue nombrada la civilización inca, llamaba la atención a los españoles por la fama de sus riquezas, razón por la cual, Francisco Pizarro, antiguo criador de cerdos, un sujeto nada diplomático, ambicioso sin límites, de escasa cultura y quien en la actualidad se le considera un psicópata con poder, intento la conquista del imperio inca a toda costa, no importa el medio que fuere, no importa lo ruin que sea.


1532 fue el año en que el gran soberano del Imperio Inca, Atahualpa, el conquistador Pizarro y sus tropas se encontraron por primera vez. 



Luego de una recepción amistosa y diplomática por parte de los incas, de los regalos para los visitantes españoles y de todo el extenso protocolo, se escucho la orden de Pizarro de atacar y tomar por asalto con todo y contra todo de forma traicionera.


El plan de Pizarro consistía en repetir la eficaz estrategia que empleó Hernán Cortés en contra del Imperio Azteca: atraer al soberano, luego apresarlo teniéndolo de rehén, obtener todo el oro posible como rescate y, después, posiblemente, dejarlo en libertad para que fuera un títere de los españoles; sin embargo, esta última opción era menos que probable para el conquistador que fuera parte de sus planes. 



Si bien los incas eran muy numerosos, centenares de miles, y los españoles apenas un millar, estos últimos contaron con el factor sorpresa, el poder de las armas de fuego, la caballería, las tácticas militares de búsqueda y destrucción para acabar rápidamente a la defensas indígenas desde adentro.

Según las narraciones hechas por historiadores, El distinguido Pizarro, acompañado de autoridades de la Iglesia y mil hombres mientras el poderoso Atahualpa va al encuentro en el sitio de Cajamarca con cien mil personas. Pizarro, ya encontrándose ante el soberano inca, por medio de traductores le dice que viene como mensajero y embajador de un gran señor y que fuera su amigo; Atahualpa le responde que él también era un gran señor en su reino y que con gusto le recibía con los brazos abiertos.

Atahualpa,Ultimo Emperador de los Incas

El oro sin dudas no tuvo la misma importancia cultural entre estos dos pueblos. Los españoles observaron anonadados y asombrados por todos los trajes y penachos junto con los adornos y símbolos de oro y plata llevados por los incas, aun cuando para los indígenas, el oro y la plata no tenían un valor monetario, sino espiritual o religioso.


El metal de los dioses, para los españoles, era una riqueza digna de explotarse para pagar gastos de guerra, compra de voluntades y enriquecimiento. Las bellas obras de orfebrería indígena, eran fundidas menospreciando el valor artístico para convertirlas en lingotes de oro, liquidez económica para las arcas reales y la gloria de los conquistadores y buscadores de fortuna a costa del saqueo, la sangre y el desprecio al prójimo.


Muchos de los objetos saqueados de los indígenas que eran enviados ante las autoridades españolas causaron en Europa verdadera impresión, no solo por la cantidad de piedras preciosas y por su valor en metal precioso, sino por su valor artístico; pero a pesar de ello, muchas obras de arte y orfebrería indígena fue fundida para hacer lingotes y monedas, destruyendo así un gran legado cultural y espiritual de aquellos pueblos.


Para los indígenas, en cambio, el oro, la plata y las piedras preciosas, eran un regalo y reflejo de los dioses y su uso fue ritual y ornamental, aunque el verdadero valor, se lo daban a la habilidad de los orfebres para crear piezas de delicada manufactura y la maestría aplicada en dichas piezas.


Pizarro sabia que el Perú tenía que ser el lugar de mucha riqueza gracias a sus informantes, y esperaba conquistar con un ejército reducido en número a un inmenso país protegido por miles de guerreros ferozmente leales a su señor Inca, considerado la personificación de Dios en la tierra.


Los incas, estuvieron en una guerra civil de sucesión de poder entre dos príncipes herederos al trono del imperio incaico cuando desembarcaron los conquistadores españoles, lo cual era una ventaja para una conquista.


Tras la muerte del anterior Inca, su primogénito, nacido de una “esposa secundaria”, cuestionó la legítima sucesoria de un hijo nacido de la esposa principal del Inca; cuando Huáscar, su hermanastro, se coronó en Cuzco como emperador, Atahualpa contaba con el veterano ejército norteño de su padre, Huayna Capac, y con la herencia de un co-gobierno desde la ciudad de Quito, pero subyugado ante su hermanastro. Tras ciertos sucesos que encendieron la mecha de la discordia entre ambos hermanos, se dio inicio a la sangrienta Guerra Civil Incaica que iniciaría tras de sí muchas batallas sangrientas por el poder.


El imperio, por la guerra civil estaba practicamente debilitado ya que los dos medios hermanos, Atahualpa y Huáscar, que se repartieron el imperio a la muerte de su padre, se habían enfrentado el uno contra el otro por el gobierno absoluto; Huáscar resultó vencido y hecho prisionero, y Atahualpa había tomado su capital, Cuzco, siendo coronado emperador.


Al escuchar la noticia del avance de las tropas españolas, Atahualpa tomó la determinación de dejar que los conquistadores penetraran tierra adentro (alejándose así de sus barcos y refuerzos) mientras él terminaba de hacerse con el control de la capital, Cuzco y lograr así, gracias al apoyo y la amistad de los españoles, en tomar el poder absoluto, afianzar su poder y entablar relaciones con otros pueblos.


Al llegar los españoles al imperio, Atahualpa le envió emisarios con regalos y con una oferta de conversaciones de paz y alianzas, a lo cual Pizarro, pensando en la ingenuidad o estupidez del soberano inca, propuso que se encontraran en la plaza de la ciudad, desarmados y sin escolta militar, como muestra de buena voluntad. Atahualpa accedió, pero su decisión sello el destino de la civilización más grande de las Américas, junto con la de decenas de millones de personas inocentes.


Al llegar la procesión de Atahualpa a la plaza, según testimonios de la época (aunque no se sabe si bien fue cierto o no), un sacerdote de la expedición, Vicente de Valverde, por orden de Francisco Pizarro que le explicase a Atahualpa lo que había ido a buscar a su imperio; escuchaba con creciente impaciencia Atahualpa aquel discurso que no acababa de comprender, pero entendió que los españoles tenían la absurda e insultante insolencia de pedirle que se sometiera a un soberano extranjero o sufriría las consecuencias el emperador y todos los pueblos incas sin misericordia alguna.


Atahualpa comprendió el terrible error en cuanto a la percepción de civilidad y decencia de aquellos extraños seres venidos del otro lado del océano. Aunque los españoles se veían como dignatarios pulcros y civilizados, viéndoles detalladamente se observaba que eran menos que ladrones y asesinos de baja clase, aunque más inteligentes, peligrosos e implacables hasta en contra de ancianos, mujeres y niños.


¿Con qué derecho venían con tales exigencias aquellos intrusos? Se dijo Atahualpa, ya justamente ofendido por el descaro de los conquistadores antes recibidos por hospitalidad y ya comportándose de forma insolente creyéndose el mundo como suyo. El sacerdote le mostró la Biblia que tenía en la mano, Atahualpa tomó el libro, lo hojeó un instante y luego lo rechazó con desprecio.


El padre Vicente se precipitó con rapidez hacia Pizarro, le refirió la escena e inmediatamente el conquistador desenvainó su espada, señal de iniciar el ataque; los conquistadores, armados hasta los dientes y de forma sorpresiva, atacaron a la escolta imperial. Los españoles disparaban un cañonazo y la caballería cargaba impetuosa produciendo espantosa matanza.

Locos de pánico, los indígenas sobrevivientes huyeron a la desbandada y su soberano fue apresado y conducido al campamento español. Pidieron los españoles un rescate por su liberación: dos grandes salas llena de oro hasta la altura de un hombre con la mano extendida hacia el techo.


Por miedo, pero sin pensar en las verdaderas implicaciones de la situación, Atahualpa accedió a la petición y por orden suya, toda joya, copas, alfarería, todo tipo de objeto, todo tipo de ornamento o de utensilios de oro se sacó de templos y palacios de todo el territorio Inca y en menos de 5 meses, aquellos tesoros llenaron la sala acumulándose por completo y rebosando el lugar del preciado metal. Según las crónicas de la época, el rescate obtenido por la liberación del soberano que se repartió rápidamente Pizarro y sus hombres después de dejar la requerida quinta parte para el rey, fue el equivalente a 1.326.539 pesos de oro, alrededor de 5.670 kilos.

Los españoles, en vez de calmar su sed de oro, se le aumento más y la historia tristemente dio un giro aleccionador: el destino de Atahualpa y de todo el pueblo indígena de Los Andes fue exactamente el mismo que el del Imperio Azteca y de los demás pueblos aborígenes de las Américas.






Pizarro pretendía liberarlo para que gobernase como un rey títere, pero al pensarlo bien, sabía que el Imperio Inca era mucho más rico, mucho más centralizado y mucho más numeroso en población y cultura humilde pero asombrosamente rica en sabiduria y diversa; con un imperio como ese, con un ejército que podría luchar hasta la muerte contra ellos para liberar a un líder muy querido y con todo el riesgo que ello implica, se tomo una decisión que cambio el destino de América del Sur para siempre.

Era más fácil debilitar el poder de una nación cuando el mismo se centraba en un solo hombre y mucho más cuando existía una guerra civil entre dos parientes que querían ser el soberano de un impero colosal como el Inca; así que era mejor para los españoles dominar ellos mismos al imperio, someter a su población, controlar las riquezas y eliminar a todos los aspirantes a la corona incaica.


Pizarro junto a sus tenientes y los representantes de la Iglesia, en un juicio viciado de nulidad y falsedad, acusaron a Atahualpa por el crimen de idolatría y el asesinato de su hermanastro, su rival en el trono; fue acusado también de traición por los españoles por ocultar un tesoro y presuntamente, por conspiración contra la corona española.

Ofreció Atahualpa pagar dos habitaciones llenas de plata y una de oro para su rescate. Cumplió con su oferta, pero los españoles no cumplieron con su parte, y lo sentenciaron a muerte.

Atahualpa fue el decimotercer emperador de aquel imperio y pese a que tuvo sucesores nombrados por los españoles, es considerado por la historia como el último gobernante del Imperio Inca, el más grande y poderoso de América del Sur.


Cada conquistador recibió una fortuna que iba más allá de sus sueños más fantásticos, y no era nada comparado con las riquezas de la capital de los incas, que fue tomada días después en un frenesí de odio, codicia y demencia asesina; los españoles vieron cómo en un corto espacio de tiempo sus fáciles victorias iniciales dieron paso a resistencia indígena que a la larga fue sometida a sangre y fuego por los conquistadores.


La acumulación de oro por parte de los nativos de América no era para un uso práctico, excepto para el del adorno de los templos de los dioses y de aquellos que gobernaban al pueblo en su nombre; pero por medio de la tortura, la esclavitud y el hambre, los españoles lograron que los indígenas revelaran los lugares donde tenían tesoros ocultos, y por este método los españoles se llevaron fortunas inmensas, toneladas de oro y plata y la avaricia de los invasores todavía era insaciable.


Vino luego las masacres, pestes, saqueos, asesinatos, amputaciones de manos y pies, heridas curadas con aceite hirviendo, violaciones, crímenes legales y bendecidos por la jerarquía eclesiástica corrompida y sacados de una mente perturbada y sádica; las numerosas crónicas describieron con precisión las armas, tácticas, batallas y sangrientas prácticas que “héroes y caballeros de Cristo” como Hernán Cortez  Francisco Pizarro llevaron a cabo en contra de gente inocente durante la epopeya hispana en las Américas.


Si, debemos reconocer que muchas de esas civilizaciones no eran utopías idílicas y eran sanguinarias y represivas con sus detractores y enemigos, pero los españoles y los que le siguieron eran peores en cuanto a la rapidez y eficacia por la devastación surgida en pro de la conquista. Numerosas fueron las técnicas utilizadas para someter a las poblaciones aborígenes, todas ellas basadas en el terror, la crueldad y la violencia extrema  esa realidad muchas veces son desestimadas por otros historiadores por simple desconocimiento histórico o descarado negacionismo.


Cuando los auto-proclamados descubridores de América se transformaban en colonos crueles y codiciosos, las poblaciones que les resistían eran esclavizadas y sometidas en servidumbre, justificaba la explotación de los indios diciendo que los indios eran incapaces de gobernarse e incluso eran irracionales, salvajes, degeneradamente inferiores e incapaces de la fe cristiana.


La Conquista de América fue un proceso terrible, alejado de la imagen idílica que habitualmente se tiene, donde el verdadero motor de la conquista fue la codicia.

Después vino la formal y organizada colonización española, la división de clases y castas junto a las rebeliones indígenas que a lo largo de la historia colonial en las Américas había sido ya más que una rutina, no solo en el Perú, sino en todos los dominios hispanos; rutina fue también el saqueo de riquezas y la esclavitud institucional dentro del continente de Abya Yala hasta la emancipación de los países latinoamericanos de España a principios del siglo XIX.

A pesar de que los españoles fueron tenidos como los más asesinos y despiadados conquistadores del continente americano y esclavizadores de pueblos enteros, también hubo hispanos que quedaron horrorizados por las tropelías cometidas en el nombre del Rey de España y en nombre de Dios.


En casos excepcionales y hasta dignos de humanidad en un mar infernal por medios pacifistas por parte de grandes misioneros religiosos, denunciaban ante el mundo los horrores de ese infierno que duró siglos y que todavía sigue manifestándose en muchas partes del continente, aun luego del fin de la dominación española: muchos sacerdotes hicieron lo posible para ayudar y proteger a aquellos indígenas victimas de tanta barbarie e injusticia, muchos de los cuales abrazaron al cristianismo de forma voluntaria, y a pesar de que muchos jerarcas eclesiásticos eran cómplices de la conquista sangrienta, solo pocos valientes se enfrentar ante tanta injusticia a riesgo de su propia reputación o su vida.


Los primeros y excepcionales defensores de los indios fueron los misioneros franciscanos y dominicos. Fueron principalmente religiosos y filósofos que se dedicaron a proteger a los indígenas de los abusos de los españoles bárbaros que destruían y saqueaban.


Muchos recuerdan hoy día a Fray Bartolomé de Las Casas, el religioso español defensor de los derechos de los indígenas en los inicios de la colonización de América, siendo uno de los primeros sacerdotes católicos del nuevo continente, se ordenó sacerdote en Las Americas, siendo el primero que lo hizo en el Nuevo Mundo y fue capellán en la expedición que conquistó la isla de Cuba. En esa estadía, fue testigo presencial de los abusos y horrores genocidas de los colonos españoles hacia los indígenas y la extinción de éstos; desde entonces, hizo una campaña para defender los derechos humanos de los indígenas.


De las Casas propuso a la Corona Española reformar las Leyes de Indias, que en la práctica se habían demostrado ineficaces y proponía además suprimir la encomienda como forma de premiar a los colonos y replantear la colonización del continente sobre la base de formar comunidades mixtas de indígenas y campesinos castellanos (hacia una economía colonial más agrícola que minera), insistía en la evangelización como única justificación de la presencia española en América.


Bartolomé de las Casas, que denunció los abusos de los españoles conquistadores y narró todos los abusos que sufrían los indígenas, no fue el único que defendía a los aborígenes de las Américas: los Jesuitas y las órdenes religiosas en América también se dedicaron a hacer reservas de indígenas apartados de los núcleos urbanos con españoles con el fin de no solo evangelizarlos, sino de protegerlos de la crueldad de los conquistadores.


El dominico Antonio de Montesinos (1475-1540), es el primero que va denunciando la explotación a la que eran sometidos los indígenas de La Española, reivindicando su dignidad como hijos de Dios. El sermón de Montesinos, que tuvo una gran repercusión en todo el Caribe, determinó la vocación de Bartolomé de Las Casas.


Ambos fueron los primeros a defender la libertad del indio y permitieron la creación de leyes para protegerlo (las Leyes de Burgos y las Leyes Nuevas de Indias).


Cabe notar que otros misioneros defendieron los intereses de los indios tales como Francisco de Vitoria (1483/1486-1546) o Toribio de Benavente (1482-1569).

Más tarde, los jesuitas también contribuyeron en la protección de los indios ya que su misión era evangelizarlos y protegerlos. Citamos por ejemplo el Padre José de Acosta (1540-1600).

En el siglo XIX, la filosofía de la Ilustración y la difusión de las ideas liberales tuvieron gran influencia sobre América que logrará por fin ganar su Independencia y desde entonces, la defensa del indio será conocida bajo el término de Indigenismo, lo cual conoció su apogeo a principios del siglo XX, y sigue existiendo hoy en día.


Muchos testimonios ha habido de esos años de amargo sufrimiento para todos los pueblos de Las Américas; pero hubo alguien que extrañamente, en contra de todo lo oficial y todo lo que se ha dicho de los conquistadores españoles, hubo algunos de ellos que quizás, en este 12 de octubre que nos lleva a la reflexión de cuanta humanidad, de cuanta chispa de humanidad puede quedar en un demencial asesino de masas, luego de tanta codicia, tanto horror hecho persona, mucho más, cuando se acerca a la puertas de la muerte.

Muchos han dicho que quienes critican la barbarie conquistadora saca las cosas de contexto y que antes de hablar del tema hay que ponerse en la mentalidad de la época. Tanto se ha dicho sobre aquella aberrante conquista y muchos racistas y nacionalistas lo consideran hasta el sol de hoy “una proeza, una epopeya, una victoria de la civilización española en contra de la degenerada y salvaje tribus de las Américas”, ocultando así de forma descarada todo lo que aconteció en esa época, o justificándola por el contexto de la época y el fin evangelizador.

Las atrocidades cometidas por Pizarro y otros que los antecedieron y vinieron después, no tuvieron límites y pusieron fin a muchas culturas interesantes y complejas de toda la historia.

En un documento rescatado hace más de 150 años por William H. Prescott, un investigador norteamericano nacido en Salem, Massachussetts, en 1796, y que fue incluido en su libro “Historia de la Conquista del Perú”, cuya primera edición data de 1847.

En el mismo se encuentra un testimonio, para ser más preciso, un testamento, escrito con todas sus sanas facultades mentales por un capitán del ejercito conquistador español, vecino de Cuzco, antigua capital del Imperio inca y en ese momento, ciudad arrasada y colonizada por españoles.

Nacido en la Villa de Pinto, España en el año 1515, Mancio Serra de Leguizamón procedía de una familia noble que le inculcó la rectitud por la que destacó sobre el resto de soldados. Se le considera como El Ultimo Conquistador, por ser el mas anciano, el único acompañante de Pizarro que quedaba con vida en la época de la conquista luego de décadas.

Mancio Serra de Leguizamón (a la izquierda) con su esposa indígena, Doña Beatriz Manco-Capác (derecha) 

Llegó a América en 1531 bajo las ordenes de los capitanes Juan Téllez y Juan Panes para llevar a cabo la conquista de Veragua. El clima tropical complicó la expedición hasta tal punto que los conquistadores emigraron a otras regiones.

Mancio Serra se unió tiempo después a Diego de Almagro, quien se disponía a emprender la conquista de Perú. En 1532 tomaron rumbo a Cajamarca para auxiliar a Francisco Pizarro que intentaba tomar la ciudad y apresar a Atahualpa. Le valió la recomendación de Almagro para que sirviese de guía a Pizarro como había hecho con él gracias a su buen hacer en la batalla.

Residencia de Mancio Serra de Leguizamon

El 15 de noviembre de 1533 Pizarro y sus hombres toman capital del Imperio Inca saqueandola y masacrando a su paso: Mancio, quien era participe del salvajismo recibió como regalo por sus servicios una imagen del Sol bañada en oro, que tiempo después perdería esa misma noche jugando a las cartas. Este infortunio dio lugar al proverbio “juega el Sol antes que amanezca”.

El juego, las mujeres y la sangre fueron, a parte del latrocinio (es  decir, el robo y saqueo descarado e institucionalizado), fue uno de los vicios que le atormentó toda su disipada y tormentosa vida. Gracias al Cabildo de Cuzco, que le encomendó diversos trabajos como el de alcalde, acabó reformando su conducta.


Su casa, junto a la de Hernando Pizarro, reflejaba su posición privilegiada dentro de la expedición. Incluso iban a hacerle entrega de los pueblos de Catanga y Callaga, que finalmente fueron para su legítimo heredero.


Tuvo como relación, o quizás fue forzada a estar con él, algo muy común en esa época turbulenta, a la princesa inca de sangre real, Doña Beatriz Manco-Capác, de quien tuvo su hijo primogénito, Juan Sierra de Leguizamón.

Después tuvo otra hija natural, Paula de Leguizamón, de la que se desconoce su madre.

Con el tiempo se casó con Lucía de Mazuelas, su esposa legal e hija de los primeros conquistadores de Perú, y con quien tuvo siete hijos.

A pesar de su posición privilegiada, luchó y defendió Cuzco de las sucesivas revueltas durante el año de intensas batallas. Las pérdidas humanas fueron especialmente desiguales, muriendo 50.000 incas por 600 españoles.

Los conflictos continuaron con la guerra civil de 1536 entre Pizarro y Almagro. Mancio fue uno de los pocos que no pudieron escapar de la fortaleza de Cuzco para disputar la batalla de las Salinas. Tras la muerte de Almagro fue liberado.

Hubo unos años de paz donde Mancio Serra se dedicó a la vida de colono industrial. Sin embargo en 1541 Almagro el Mozo mató a Francisco Pizarro, rebelándose contra el gobernador real, Vaca de Castro.


Él y varios compañeros armados y a caballo salieron de Cuzco para encontrarse con el gobernador pero fueron apresados por los hombres de Almagro. Varios fueron asesinados y desprovistos de sus pertenencias antes de ser puestos en libertad.

En 1544 una nueva rebelión obligó a Mancio a tomar partido, esta vez la de Gonzalo Pizarro. Posicionado en contra desde un principio, viajó con el grupo encabezado por Gabriel de Rojas hasta Lima para ponerse a las órdenes del Virrey Núñez Vela. Cuando llegaron era demasiado tarde y se encontraba preso.

Gonzalo Pizarro saqueó y quemó las casas de Cuzco, incluso Mancio llegó a ser atrapado y no pudo escapar hasta la muerte de su captor. Decidió ponerse a las órdenes de Don Pedro de la Gazca con el que consiguió derrotar a Pizarro.

La llegada del Obispo de Sigüenza proporcionó algo de paz en la zona, pero no pudo evitar la revuelta cuatro años después de Francisco Hernández Girón, la más cruenta de todas.

Mancio no dudó en implicarse y proporcionó caballos, comida, dinero y protección a todo aquel que lo necesitó. Incluso participó en la dura derrota de Chuquinga, abandonando Cuzco a pie y perdiendo la mayor parte de sus pertenencias.

Al final de su vida y preocupado por la herencia de su familia, en 1560 se presenta ante la Real Audiencia de Lima para dejar constancia de los servicios prestados en sus 30 años en Perú. Después acudiría a la Audiencia y Corte de Madrid para recibir la recompensa debida por sus heroicidades, pero fue denegada.


En 1589 entregó su testamento, el legado por el que es conocido Mancio Serra. En el texto arremetió contra la actuación de los españoles en América y las atrocidades que allí se cometieron.

Según su testimonio, que a pesar de su época, la forma casi señorial como se expresa y la sinceridad en el que se plasma, fue, según sus palabras, uno de los primeros conquistadores del Perú, formando parte del mando de los conquistadores sirviendo a Francisco Pizarro en toda orden y también, posiblemente, participando en atrocidades durante aquella época.

En aquellos días de septiembre de 1589 cuando temía por su muerte, quizás por el arrepentimiento, a mente atormentada y dañada por la orgía de sangre en la conquista en sus años mozos, tal vez por el temor de que su descendencia fuera en un futuro puesta como indigna por su pasado o quizás, siendo católico temía que su alma fuera a la morada eterna en los infiernos, escribió que era el último exponente de una generación de prepotentes e impenitentes en decadencia, la hez de Europa que consiguió nobleza a costa de la sangre y el dolor de los inocentes.

Estas fueron quizás las pocas palabras de un conquistador español que tuvo alguna chispa de conciencia para reconocer los horrores y el reconocimiento de una cultura que aunque tuviera vicios o tuviera imperfecciones, era incluso más desarrollada culturalmente que muchos pueblos de Europa. El capitán Leguizamón dijo a continuación, en un fragmento de su extenso testamento, lo siguiente:

“Yo el Capitán Mancio Serra de Leguizamón, vecino de esta ciudad del Cuzco, cabeza de estos reinos del Perú, y el primero que entró en ella al tiempo que descubrimos y conquistamos y poblamos este dicho reino, como es notorio: Estando como estoy agravado de mucha enfermedad en mi cama y en mi seso, juicio y entendimiento natural y cumplida memoria y temiendo la muerte por ser cosa tan natural, que viene cuando no pensamos, otorgo y conozco que hago y ordeno mi testamento, última y postrimera voluntad, y las mandas, legados y pías causas en él contenidas, en la forma y orden siguiente para su servicio”.

”Primeramente antes de empezar dicho mi testamento, declaro que ha muchos años que yo he deseado tener orden de advertir a la Católica Majestad del Rey Don Felipe, nuestro Señor, viendo cuán católico y cristianísimo es, y cuán celoso del servicio de Dios nuestro Señor, por lo que toca al descargo de mi alma, a causa de haber sido yo mucho parte en descubrimiento, conquista, y población de estos reinos, cuando los quitamos a los que eran señores Incas, y los poseían, y regían como suyos propios, y los pusimos debajo de la real corona, que entienda Su Majestad Católica que los dichos Incas los tenían gobernados de tal manera, que en todos ellos no había un ladrón ni hombre vicioso, ni hombre holgazán, ni una mujer adúltera ni mala; ni se permitía entre ellos ni gente de mal vivir en lo moral; que los hombres tenían sus ocupaciones honestas y provechosas; y que los montes y minas, pastos, caza y madera, y todo género de aprovechamientos estaba gobernado y repartido de suerte que cada uno conocía y tenía su hacienda sin que otro ninguno se la ocupase o tomase, ni sobre ello había pleitos; y que las cosas de guerra, aunque eran muchas, no impedían a las del comercio, ni éstas a las cosas de labranza, o cultivar de las tierras, ni otra cosa alguna, y que en todo, desde lo mayor hasta lo más menudo, tenía su orden y concierto con mucho acierto; y que los Incas eran tenidos y obedecidos y respetados de sus súbditos como gente muy capaz y de mucho gobierno, y que lo mismo eran sus gobernadores y capitanes, y que como en estos hallamos la fuerza y el mando y la resistencia para poderlos sujetar y oprimir al servicio de Dios nuestro Señor y quitarles su tierra y ponerla debajo de la real corona, fue necesario quitarles totalmente el poder y mando y los bienes, como se los quitamos a fuerza: y que mediante haberlo permitido Dios nuestro Señor nos fue posible sujetar este reino de tanta multitud de gente y riqueza, y de Señores los hicimos siervos tan sujetos, como se ve: y que entienda Su Majestad que el intento que me mueve a hacer esta relación, es por descargo de mi conciencia, y por hallarme culpado en ello, pues hemos destruido con nuestro mal ejemplo gente de tanto gobierno como eran estos naturales, y tan quitados de cometer delitos ni excesos, así hombres como mujeres, tanto por el indio que tenía cien mil pesos de oro y plata en su casa, y otros indios dejaban abierta y puesta una escoba o un palo pequeño atravesado en la puerta para señal de que no estaba allí su dueño, y con esto, según su costumbre, no podía entrar nadie adentro, ni tomar cosa de las que allí había, y cuando ellos vieron que nosotros poníamos puertas y llaves en nuestras casas entendieron que era de miedo de ellos, porque no nos matasen, pero no porque creyesen que ninguno tomase ni hurtase a otro su hacienda; y así cuando vieron que había entre nosotros ladrones y hombres que incitaban a pecado a sus mujeres e hijas nos tuvieron en poco, y han venido a tal rotura en ofensa de Dios estos naturales por el mal ejemplo que les hemos dado en todo, que aquel extremo de no hacer cosa mala se ha convertido en que hoy ninguna o pocas hacen buenas, y requieren remedio, y esto toca a Su Majestad, para que descargue su conciencia, y se lo advierte, pues no soy parte para más; y con esto suplico a mi Dios me perdone; y muéveme a decirlo porque soy el postrero que  muere de todos los descubridores y conquistadores, que como es notorio, ya no hay ninguno, sino yo solo en este reino, ni fuera de él, y con esto hago lo que puedo para descargar mi conciencia."

Este testimonio formaba parte de las Últimas voluntades del Capitán Mancio Serra de Leguizamón a Felipe II Rey de España.


Ese mismo año murió en su cama el último superviviente de los conquistadores españoles de Perú como pocos de ellos pudieron hacer. Su cuerpo se halla probablemente enterrado en  el convento San Agustín de Cuzco, tal y como pedía en su testamento.

En diciembre de 2002 el Pleno de Pinto, por unanimidad de todos los grupos, aprobó la propuesta del Seminario de Historial Local de Pinto de poner una calle con su nombre.

Si bien es cierto o no su arrepentimiento, el capitán Serra nos ha contado a viva voz que España en ese momento no era menos salvaje que aquellos que quería someter, que su codicia les envileció tanto que prefirieron sacrificar su religión, humanidad, decencia, moral, civilidad y prestigio hispánico a cambio de un metal valioso, manchado de sangre inocente a raudales.

Si, es verdad, algunas civilizaciones precolombinas habían conquistado oreos pueblos y sometidos a la esclavitud y la muerte con el fin de hacer un reino mas poderoso y más rico; es la ley natural, siempre ha sido así. Pero todo se objeta cuando esas conquistas traicioneras obtienen los beneficios de la misma no de los gobernantes o de aquellos que la iniciaron, sino a costa de civiles, mujeres, niños, ancianos, enfermos, destruyendo acervo histórico y cultural, para que luego de tantos años les digan al mundo entero que su patria es grande porque su gran legado fue masacrar a otros, robar sus riquezas, violar, asesinar y despreciar a otras razas, mientras al mismo tiempo se jactan de ello.

Sin duda en cada 12 De Octubre, El Día de los Caídos, de los caidos y brutalmente sometidos por la intolerancia y la avaricia mas bestial, debemos pensar en esto: si bien La Conquista de Las Américas fue uno de los genocidios más grandes de la historia, han ocurrido mas genocidios y actos contra los derechos humanos luego de que Cristóbal Colon dejara de existir en este mundo: el secuestro y venta de esclavos africanos, la división de castas en México, la conquista y dominación de la India, La Guerra del Opio, La Guerra de Crimea, la masacre de indígenas en Estados Unidos, el Genocidio del Congo por el rey Leopoldo de Bélgica, La Primera Guerra Mundial, el Genocidio Armenio, La Segunda Guerra y el Holocausto, Las Atrocidades norteamericanas contra civiles en Vietnam, el Genocidio Camboyano por los Jemeres Rojos, la segregación racial en el Sur Estadounidense, El Apartheid en Sudáfrica, La Operación Cóndor en diversas dictaduras sudamericanas, La Guerra de Yugoslavia, La guerra contra Irak y Afganistán y las atrocidades del Estado Islámico…


¿Por qué hago esta lista? Simplemente porque a través del tiempo se ha visto que solo basta la falta de conciencia, la ignorancia, la falta de empatía, la falta de prevención, el fanatismo embrutecedor, la estupidez, el odio más puro e irracional, la corrupción y maldad de los lideres, la deshumanización de otros grupos por instituciones políticas o el afán de riqueza a costa de la explotación de otros así como la falta de memoria histórica para que empiece otros genocidios, otras guerras, otros Apartheid, otros linchamientos raciales, otras atrocidades que ns horrorizan y que a la vez, pocos hacemos para cambiar una situación y hacer la diferencia.



Esa diferencia se hace cuando se toma conciencia, cuando se mira al espejo, cuando se identifica con los demás, cuando se cansa de la injusticia, cuando niegue sus vicios, cuando decide actuar y cuando consigue por su despertar vencer la adversidad y cambiar al mundo. Cambiar al mundo queremos, entonces cambiemos nosotros.


Grandes seres humanos y grandes naciones genocidas que han disfrutado de grandes orgias de sangre han cambiado su malvada manera de ser bajo cualquier circunstancia, bien sea por despertar o por el dolor de una derrota a causa de sus malas acciones; en el pasado fueron monstruos, aborrecibles hasta limites inimaginables, pero solo cambiaron cuando se observaron tarde o temprano la ruina personal y el dolor propio además del ajeno ocasionado por ellos mismos o por los demás, y vieron y reflexionaron por la razón o la fuerza de las circunstancias que todo en el mundo no es solo para disfrutar de la maldad ni placer, sino bondad y respeto mutuo, en mejorar como seres humanos. Solo así conquistaremos no reinos ni glorias bañadas en lagrimas inocentes, sino de aplausos de aquellos que ayudamos y nos aman por ello, y ganar el prestigio de ser grandes seres humanos que hicieron mucho por sí mismos y la humanidad, para que luego de morir en paz, y gracias a la memoria de nuestras buenas acciones, sigamos siendo eternos y libres.



FUENTES CONSULTADAS:

Conquista de América - Wikipedia, la enciclopedia libre

Conquista del Perú - Wikipedia, la enciclopedia libre

Colonización violenta de América - Escuelapedia

La conquista de America, ¿una guerra o un crimen? - America Militar

...así fue la Conquista de América - El Confidencial

Francisco Pizarro - Wikipedia, la enciclopedia libre

Atahualpa - Wikipedia, la enciclopedia libre

Normas de conducta en el Tahuantinsuyo - Carpeta  Pedagogica

Imperio incaico - Wikipedia, la enciclopedia libre

Mancio Serra de Leguizamón - ZIGZAG digital

Mancio Serra de Leguizamón, su testamento. 1585

Mancio Serra de Leguizamón - La Voz de Pinto

El conquistador arrepentido - Países Madrileños

Mancio  Serra de Leguizamón, un Conquistador arrepentido - El Historiador

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