4 de agosto de 2014

Una cita con La Muerte

¿Qué harías tú en el instante que sepas que estás viviendo el ultimo día de tu vida? ¿Que harías si enfrentaras cara a cara con la muerte, sabiendo en ese instante que no has aprovechado tu única conocida existencia en lo más mínimo, dando un legado, viviendo al máximo, digna  y plenamente? Esta es una historia que nos invita a la reflexión de cómo sería el último día de nuestra vida si tomamos la misma a la ligera y sin hacer nada importante con ella.

Por Fernando Añez

Era sábado por la noche, una noche fría y oscura cubría toda su casa; dentro de ella, Daniel, su propietario, bebía plácidamente un café sentado en su sillón favorito en la sala de su casa.

   Su familia dormía desde hacía ya horas y el reflexionaba tantas cosas que perdió la noción del tiempo, empezando en su sueño de hacer una empresa propia con el dinero ahorrado ganado gracias a su modesto, pero digno sueldo, pero rechazando a pleno el "asco de empleo que tiene" según sus palabras. Daniel no desprecia su trabajo porque sí, todo lo contrario, le gustaba su empleo, ser un administrador, atender las peticiones de los obreros y podía mantener a su familia además de ahorrar parte de su salario, sino porque tenía que aguantar las directrices de una asamblea de administradores de la fábrica donde labora, cuya características principales son: la falta de visión, la escasez de sensibilidad con los obreros y la ausencia de mente abierta, o sea, unos completos cretinos como jefes.

   Era notable que no quisiera renunciar por temor al que dirán o por la falta de confianza en sí mismo oculta por su prepotencia total, aun cuando tuviese dinero y oportunidades de éxito a su favor al hacer una empresa propia con sus conocimientos y directrices, aun cuando sacrificase todo su tiempo en poder así reparar su relación con sus hijos y una esposa que a causa de un horario de trabajo bastante difícil y dictatorial, el amor de ellos hacia Daniel, se les está muriendo a causa de su ausencia como cabeza de familia.

   Ya eran las tres de la mañana, luego de beber su ansiado café, llevó la taza vacía al lavaplatos y abrió el refrigerador para prepararse un refrigerio nocturno. Daniel tiene sobrepeso, sus mejillas eran como dos naranjas incrustadas en el rostro por lo mismo, de buen corazón y caritativo por los más necesitados, buen padre y esposo cuando puede; su único defecto, aparte de ser un glotón nocturno, era sin dudas, su orgullo y vanidad extrema, los mismos defectos que no lo dejan tomar esa decisión que cambiaría su vida y la de su familia.

   Cuando cerró la puerta del refrigerador, vio de repente junto a él a una figura muy conocida, ampliamente famosa pero nada apreciada por cualquier persona y por gran parte de las culturas en el mundo.

   La muerte, como la ausencia de toda actividad vital, o sea, la falta alguna de vida en los seres humanos, plantas, animales y demás, se le ha dado o concebido como una entidad antropomórfica desde siempre y se le ha dado varias personificaciones a lo largo de la historia; la más común es aquel espectro con capucha oscura, una gran guadaña u hoz, manos y rostro humano pálido con serio semblante de apariencia aterradora.

   Otras veces, en el caso del pobre y asustado Daniel, su rostro es solo un cráneo humano pálido con dos cuencas donde antes estuvo un par de ojos, símbolo universal de la piratería, de peligro y en el caso a continuación, del fin de la existencia terrenal.


   Muchos también le llaman La Parca, Verdugo de Dios, Azrael, El Cuarto Jinete, San La Muerte, entre muchos otros nombres y apodos. Era adorado, odiado y temido como dios en otras épocas y ahora es el encargado por el Santísimo para llevarse al Mas allá a las personas cuyo tiempo en la Tierra, ha finalizado; en algunas religiones o creencias, el Ángel de la Muerte lleva el alma inmortal ante la Presencia Divina para que sea juzgado o recompensado según sus acciones en vida, y en esta historia, para referirnos al personaje, llámenoslo con nombre propio, con mucho y sincero respeto: La Muerte.

   La espectral y majestuosa imagen, obviamente le arrebató el sueño a golpe de horror más no de alarma, mucho más que el café que se tomó hacia minutos atrás, y aquel espíritu lo miró fijamente con esos penetrantes huecos vacíos de su rostro esquelético y le dijo con voz tenue:

   - Daniel ¿sabes bien a que he venido?

   El asintió con algo de temblor la cabeza y dijo con voz entrecortada y triste:

   - S-s-si, lo sé. Ya es hora.

   La Muerte, confundida luego de esa respuesta, y mirando a Daniel le preguntó bastante extrañado, pero de forma majestuosa y señorial a su "víctima":

   - ¿Acaso no vas a llorar? Todos lo hacen, se arrodillan y suplican, juran que serán mejores, ruegan por una oportunidad. ¿Tú porque no?

   Temeroso aun con un nudo en la garganta y el corazón como una locomotora, Daniel le respondió:

   - ¿De qué me sirve? Nunca me dará otra oportunidad. Tú solo haces tu trabajo

   - Cierto, solo hago mi trabajo - dijo el temible ser de otros mundos.

   - ¿Al menos, puedo despedirme de mi familia? cuestionó Daniel con la ligera esperanza de recibir un "si".

   - Tú mismo has dicho que sólo hago mi trabajo - responde La Muerte con franqueza. Yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles. Lo siento, lo siento mucho. No tienes que disculparte, poca gente piensa en su familia en la vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo, incluso hasta lloran como niños por ello.

   - Pero usted no lo entiende, en verdad no lo entiende - dijo Daniel con un tono de reproche y con aires de suplica - yo perdí a mi padre cuando tenía quince años, y mi sufrimiento fue grande... pero mi hija menor tiene tan solo cuatro, déjame decirle que la amo.

   - Tuviste cuatro años para decírselos, tuviste muchos días libres aunque fueran pocos, muchos cumpleaños, fiestas y momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas. ¿Por qué solo pensaste en tu hija?

   - Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, en verdad... a ella no creo que le interese si la amo o no. Nos hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay día que entre yo por la puerta y no esté ahí para recibirme con un beso - aclaró Daniel, con un tono mucho más angustiante y reconociendo parte de su culpa por su más que delicada situación.

   - Deja de hablar Daniel, ya se hace tarde para nuestro viaje - afirma La Muerte con mas comprensión que lastima.

   - Bueno... está bien. Usted sabe... este momento hace que mucha gente haga conciencia de su vida. Lástima que sea demasiado tarde para mí - dijo un Daniel ya resignado.

   Luego de ese episodio que a cualquiera no le gustaría vivir, salieron ambos al patio; era ya de madrugada y hacía ya mucho frío cuando de repente de la nada y en el medio del lugar, un extraño tren fantasmal y bastante lúgubre, un tren oscuro muy parecido a los antiguos de vapor de hace ya muchos años, aguardaba en la calle y lo abordaron.

   - No creas que yo actúo con crueldad ni malas intenciones, ya que vengo por orden de Dios mismo; de verdad Daniel, mi trabajo la gente no lo entiende y la gran mayoría de los seres, salvo muy pocos, entienden mi labor y mi deber en este mundo. Además, aunque muchos lo vean como humor negro, digan o piensen lo contrario, no todo es aburrido en la muerte; no te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo ¿te parece bien? - dijo la Parca con un gesto de cierto humor, ofrecimiento y cordialidad, observando a Daniel con su gran y eterna sonrisa.


   Con una sonrisa nerviosa de alivio y una lágrima, Daniel pensó: - que curioso, creí que no tenía sentido del humor.

   El ajedrez se le denomina "el Juego-Ciencia", "el Juego de la Vida y la Muerte", entre otros nombres y títulos más y ha sido desde siempre el más conocido, admirado y hasta prohibido más que todo por motivos religiosos o por ignorancia; este fue y es uno de los primeros juegos de estrategias creados en la historia. 

   La Muerte lo conoce muy bien, al menos eso lo demuestra algunas imágenes y demás obras de arte medieval dentro de grandes grabados, códices y en diversas catedrales donde casi siempre se le ve al Ángel jugando con reyes, obispos y sabios de la antigüedad.

   El juego inició mientras el tren estaba en su marcha lúgubre. Daniel, aunque sabía ajedrez desde pequeño y fue campeón en su escuela, no se calmaba ante la presencia de ese ser, aunque comenzó ganando algunas piezas; consiguió un alfil y un caballo luego de varios minutos de juego. Pero era obvio que esa movida no lo alegraba y menos ante la presencia magnética e imponente de aquel ser tan poderoso y temible desde hace siglos.

   La Muerte le preguntó: - Daniel, ¿a qué te dedicabas en vida?

   - Soy... es decir era un simple empleado en una fábrica de calzado.

   - ¿Obrero, acaso?

   - No. Trabajaba en la administración - responde Daniel, un poco calmado, quizás entretenido por el juego más que preocuparse por su destino.

   - Ah, supongo que tú te encargabas de ver si algo faltaba en producto o dinero - responde la Muerte con cierto aire de extrañeza o curiosidad.

   - Si, en parte así era - responde Daniel moviendo su alfil.

   Luego de ver el tablero y hacer una jugada, matando una torre de las piezas de Daniel, La Muerte queda cabizbajo, pensativo y contemplando el rey contrario. Meditaba a parte de su próxima jugada, la causa de todos estos acontecimientos que estaban pasando en ese mismo instante; ahora era el momento, según el Ángel, de hacer cumplir las órdenes divinas a rajatabla de una buena vez.

   Luego de hacer su movimiento, dijo La Muerte a Daniel.

   - No lo entiendo...

   - ¿No entiende qué? - dice Daniel.

   - Porque ustedes teniendo tantas cosas que hacer se encierran en el trabajo aun cuando se gana una miseria o no les guste para nada, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y violentos para que al visitarlos me pidan que yo tenga piedad de ellos y ustedes en ese instante demuestra ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso lloren. ¿Por qué esperar a que llegue yo, si ya nada se podría hacer? - dice La Muerte con la sabiduría y la lógica mas punzante como cualquier ser humano hubiera hecho.

   - No lo sé - responde Daniel de forma seria y con cierto aire de indolencia, moviendo el caballo para matar a una de las torres de la Muerte.

   - En cambio yo, soy un simple peón, un ángel ordenado por Dios mismo para hacer lo que debo hacer y nada más. Mientras ustedes son aparentemente y según ustedes, dueños de su propia vida, con libre albedrio, capaces de decidir qué harán con ella, ¿y para qué? Si la peor decisión de la gran parte de la humanidad que cada día va hacia el abismo más doloroso de todos, es el desperdiciar su vida, lo más valioso, como si no tuviese nada de importancia.

   - Te creí más cruel - comentó Daniel, ya asombrado y reflexionando por la sabiduría del Ángel de la Muerte.

   - Nada es lo que parece - responde La Muerte con un tono de confianza y algo de jocosidad mientras hace un movimiento con la reina.

   El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la muerte.

   - Dime Daniel, con toda sinceridad ¿qué pensabas tú cuando te casaste? - dice el noble espectro.

   - Pensaba en ser feliz, en formar una linda familia, en formar parte de la sociedad...

   - ¿Y lo lograste? -replicó el Ángel.

   - ¿Es broma verdad? me encontraste solo en mi cocina, durante la madrugada, y te pedí despedirme de mi hija. Es obvio que no lo hice. Si hubiese mostrado más amor a mi familia la despedida no hubiera sido necesaria.

    Ya los nervios, la angustia y las lágrimas se habían secado del rostro de Daniel desde hace ya minutos y de pronto exclamó suavemente "Jaque Mate".

   La Muerte de forma alegre dijo: - ¡Felicidades!

   Suspiró Daniel y respondió: - Es una pena que no sirva de nada. No me importaba ganar de todos modos ya estoy aquí. Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, de mis hijos, mi esposa...

   Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel quien se cubrió el rostro con ambas manos.

   Y mientras el sollozaba durante un buen rato, La Muerte exclamó: - ¡Llegamos!

   Daniel intento calmarse y al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo sillón, se secó las lágrimas y sintiéndose extraño aparte de desorientado, se dio cuenta de que eran las seis con cuarenta y cinco de la mañana.

   En lugar de gritar "¡Estoy vivo!" como lo haría cualquier otro mortal, salió al patio rápidamente sintiendo los primeros rayos solares mañaneros. Incrédulo, Daniel como un loco se pellizcaba y se bofeteaba para saber si es real o estaba en verdad vivo, y luego de reaccionar y pensar en lo sucedido, mirando al poniente dijo con una voz tenue:

   - Gracias, gracias Dios mío por permitirme vivir más tiempo, gracias... Gracias también a ti Muerte por enseñarme lo que en realidad vale la pena.

   Luego de respirar hondo el aire matutino que refresca el cuerpo oxigenándolo con nuevas energías y actitudes más positivas y claras de las cosas importantes de la vida, como si fuera un bálsamo que nutre la piel, caminó de vuelta a su casa con una sonrisa sincera en los labios, pensando que la mismísima Muerte, quizás en sueño o presentándose ante él en realidad, le había hecho comprender que la vida es limitada y preciosa, a tal modo que no debe ser desperdiciada por cosas que fácilmente se las lleva el viento, que no valen la pena y que hacen mal a otros, como la de un padre que no se dedica un mísero minuto a sus hijos. Daniel pensó que sin duda, que hasta el más temible de los seres espirituales, el más implacable y temido de los ángeles de Dios le hizo saber esas cosas y le dio una lección que le cambió su vida para siempre.

   Luego de esa reflexión, entró a la casa, recorrió ligeramente el pasillo adornado con las fotos de su familia; observaba cada imagen en cada cuadro de cada uno de los seres queridos que tuvo y que tiene, empezando por su anciana madre a quien no ha visitado desde hacía meses, junto al padre querido pero ausente por culpa de un trabajo mal remunerado de doce horas y muerto hacía ya años en su adolescencia a causa de un accidente por las malas condiciones laborales.

   Veía también las fotos de sus hermanos y tíos, y de último, la de sus dos hijos con su amada esposa, hasta que llegó a la habitación de su hija, la tomó en sus brazos y fue donde su hijo dormía; le hizo cosquillas en los pies para que despertase, y le dijo:

   - Hijo... hijo despierta, es domingo.

   - ¿Me despiertas para decirme que es domingo? - Dice el niño con sensación de sueño y algo de enfado.

   - No hijo - dice Daniel con un tono amoroso y con lagrimas en los ojos - los desperté para decirles que los amo.

   Luego fue también a la habitación de su esposa e hizo lo mismo, aunque esta última muy asombrada y algo escéptica por la acción de Daniel, por no ser lo habitual en él.

   Ahora, al sol de hoy día, Daniel es un padre que dedica parte de su tiempo con su amada esposa y sus hijos, renuncio tiempo después al empleo que tenia y muchos de sus subalternos también. Junto con ellos tienen una empresa propia y ahora tiene mas tiempo de estar con su familia, con su madrecita anciana que le recibió con los brazos abiertos cuando la visita cada dos días a su casa junto con los nietos, mientras una sombra desde lo lejos divisa aquel gordito bonachón junto a su familia.

   Luego La Muerte va hacia otro rumbo, con una alegre pero eterna sonrisa, cumpliendo otro encargo de tantos, y a la vez pensando en aquel sujeto amable, pero algo obstinado consigo mismo, que bajo decisión de Dios y de su poder otorgado por Él, hizo hacerle comprender a Daniel lo que en realidad es la vida y la muerte, y al entenderlo al fin, le dio una oportunidad.

   La muerte es algo natural para todos, aunque muchos no lo queramos admitir, eso es lo que nos hace iguales a todos los seres humanos, así como todo ser viviente no importando si eres rico o pobre, mujer o varón, blanco o negro y cualquier diferencia que exista; es sin dudas un destino inescapable y por ende, definitivo para todos nosotros y para nuestra descendencia.

   Sin embargo, y esa es la verdad más absoluta de todas, podemos alargar más aun nuestra existencia de forma plena si nos lo proponemos (aunque sea esto muy difícil de hacer) dependiendo de nuestra ciencia, nuestras obras buenas ante, para y hacia los demás y por supuesto dejando una huella profunda y buena para los que están por venir luego de estar aquí en este planeta; es por eso que al estar en este mundo, procuremos además de hacer lo mencionado, de disfrutar de forma pausada y sana de las cosas buenas de la vida, estar con nuestros seres queridos y amarlos de verdad, vivir con dignidad sin estar hundido en vicios y demás, haciendo que al menos aprovechemos mejor y con verdadera satisfacción esta vida que aunque sea dura, no por eso deja de ser preciosa.

   Muchos de nosotros no dedicamos ni una fracción del tiempo en cosas de importancia ni valor (como lo es la familia, el estudio, nuestros sueños o la búsqueda de un mejor futuro por ejemplo) y solo lo dedicamos a cosas sin importancia o destructivos que jamás, ni a la corta ni a la larga, nos dará algún beneficio o nos traerá malas consecuencias.

   Es triste sin duda cuando gracias a la necesidad extrema, la miseria, la costumbre, la ignorancia, adicción, maldad o simple estupidez, dedicamos gran parte de nuestro día a día más de ocho, diez y hasta la inhumana jornada de catorce horas diarias, es decir, gran parte de nuestro tiempo en trabajos u oficios improductivos o dañinos, en girar nuestra vida en entretenimientos pasajeros o cosas sin importancia, en consumir cualquier porquería adictiva o no adictiva que daña nuestro cuerpo y nuestro alrededor, estar pendiente de ver lo que dice o hace los demás sin mirarnos al espejo, hacer el mal a otros por demencial gusto; en fin, lo que no nos deja dedicarnos más a nuestra vida con nuestros seres queridos y demás seres que en verdad nos ayudan y aman, en dedicarnos también a ser mejores seres humanos.   

   Es por eso que en vez perder el tiempo o que estemos de forma maniática u obligada haciendo una cosa que en verdad no obtendremos nada bueno de ello, dediquemos al menos un tiempo reservado o sagrado en hacer lo bueno e importante en esta preciada vida que tenemos, y que de verdad vale más que mil vicios y millones de frustraciones en este mundo.

   Por eso no esperes a jugar ajedrez con La Muerte o lo que sea aunque sea divertido, mucho menos pedir más tiempo; hazlo ahora y dile a tus seres queridos que los amas. Pero también debemos de saber y admitir que la vida de cada ser humano también es en parte una partida de ajedrez contra el tiempo, la muerte, los infortunios y los problemas que nos cruzamos en el diario vivir; aun cuando somos buenos o malos jugadores en este juego, somos responsables de su desarrollo y podemos alargar el tiempo jugando y aprovecharlo para saber cuál es la táctica para lograr una buena partida y así, después de muchos sufrimientos y mucha voluntad, lograr por fin ganar el juego.

"Todo tiene su tiempo, y todo tiene su hora. Tiempo de nacer, tiempo de vivir y hora de morir."
Eclesiastés 3:1-2





Nota especial:

Esta historia relatada aquí está basada en gran parte en un cuento de autor desconocido llamado "La muerte y el ajedrez" y que es muy utilizada y relatada entre los círculos religiosos, especialmente el cristiano, pero quizás está a su vez fue inspirada en una escena memorable de la afamada película de corte existencialista "El Séptimo Sello" de Ingmar Bergman, y protagonizada por el actor sueco Max von Sidow. La escena en cuestión aparece el protagonista, un caballero de las Cruzadas haciendo unas partidas de ajedrez con la Muerte, encarnada por el actor Bengt Ekerot, a condición de que si el caballero ganara esa partida, La Muerte no se lo llevaría.

Quien sea el que haya escrito la historia original y a mi amiga Narly Corbacho, quien me envió la misma y me agradó mucho, se los agradezco profundamente.



FUENTES CONSULTADAS:

Jugando ajedrez con la muerte - Silvia Alonso

Muerte (personificación) - Wikipedia, la enciclopedia libre

El séptimo sello - Wikipedia, la enciclopedia libre

El Séptimo Sello - Aloha Criticón

Max von Sidow y el ajedrez - Una pizca de Cine, Música, Historia y Arte

Ajedrez con la muerte - Pensamientos

La Muerte y el Ajedrez...... por la vida - Awareness's blog

La Muerte y el Ajedrez por la vida… - Mi rincón del alma

Ajedrez - Wikipedia, la enciclopedia libre


ANEXO:
Fragmento de la película "El Séptimo Sello" de Ingmar Bergman





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5. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional.

Artículo 13 - Convención Americana sobre Derechos Humanos

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